Por: Hna. María Socorro. SCC.

 

No por casualidad, Paulina von Mallinckrodt llega a decir: “El amor a los niños, es la mejor pedagogía de la educación. Sólo a quienes verdaderamente aman a los niños se los puede confiar; amor en el corazón, amor en el tono de la voz, amor en el trato con los niños, esto atrae irresistiblemente; esto atrae las bendiciones de Dios, sobre ellos y sobre nosotras”.

Estas palabras describen verdaderamente a Luisa Hensel, maestra de Paulina, mentora en educación e incluso en la misma vocación religiosa, tanta fue la sana influencia que Luisa ejerció en sus discípulas.

Luisa Hensel nació el 3 de marzo de 1798 en Linum, Alemania, a fines del siglo XVIII.

Su padre falleció en 1809, cuando ella era muy joven, lo que provocó, como es normal en esos casos, grandes cambios en su vida, lo que la llevó a trasladarse,  junto a su madre viuda, a la ciudad de Berlín.

Luisa era de religión protestante, pero como joven erudita, fue conociendo más y más los orígenes de su fe y dejando todo atrás se convirtió al catolicismo, llegando a ser una ferviente católica.

Siendo ya una señorita, fue maestra en el prestigioso y laico Colegio de San Leonardo, en la histórica ciudad de Aquisgrán, donde estuvo la sede de Carlomagno.

Su mención estaba enfocada a las humanidades, donde se destacaba por sus excelentes clases de historia y alemán.

Su talento para las letras se vio también reflejado en sus poemas, siendo el orgullo de los paderbonenses, en cuya ciudad está sepultada. No faltan en Paderborn ni la placa recordatoria ni el monumento en su honor. Entre sus obras más preciadas se encuentra el bello poema: ICH LIEBE EINEN KÖNIGSOHN.

Su conversión se vio coronada cuando ella comenzó a contagiar a sus estudiantes en amor a Dios y al prójimo. Así su fama y renombre fue creciendo y se fue haciendo más y más conocida por la sociedad, la que reconocía sus logros y los aplaudía.

Sus estudiantes veían en ella la luz interior que las guiaba, siendo Luisa un puro y transparente canal por el cual llegaba la sabiduría y el amor de Dios hacia ellas.

Estas jovencitas eran conocidas en Aquisgrán bajo el apodo de: “señoritas santas”, pues la ciudad entera fue testigo de las obras de caridad que allí se realizaban bajo el liderazgo de esta eximia maestra.

Para Luisa, fue tal el impacto de la persona de Jesús en su vida, que decidió seguirlo consagrándose a Él privadamente, en virginidad para siempre. Después de un largo discernimiento, pudo darse cuenta que el Señor la quería así, laica y consagrada a Él en el mundo y no entre las paredes de un convento.

Luisa Hensel, fue pues, fermento en la masa y sal que dio sabor a todos los ambientes en los cuales el buen Dios la puso para atraer a otros hacia Él.

De sus estudiantes fue maestra, amable pero exigente. De sus exalumnas fue la mejor amiga y confidente entrañable.

Paulina von Mallinckrodt, una de sus estudiantes más cercanas, gran amiga cuando fue adulta y quien se preocupó de ella en la ancianidad, le hizo el siguiente reconocimiento en una carta: “A Ud. le debo muchísimo, pues puso en mi alma los fundamentos de mi felicidad y contento, porque sólo en Dios hay paz, sosiego y alegría. Y a esta rica fuente de todo bien temporal y eterno, Ud. me ha conducido”.

Paulina fue más tarde fundadora de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción; Clara Fey fundó la congregación del Pobre Niño Jesús; Francisca Schervier fundó a las Pobres Franciscanas de Aquisgrán; Ana y Catalina von Lommessen fueron religiosas del Sagrado Corazón. Como ellas hubo otras que también, siguiendo su vocación, fueron santas esposas y madres de familia y no es difícil de pensar que no faltó quien siguiendo las huellas de Luisa, llevó una vida en soledad, haciendo el bien a todo aquel que se cruzó en su camino.

Estos son los frutos de este bello árbol, pero como vivimos en un mundo imperfecto, no faltaron los celos y las envidias profesionales, de quienes no aprobaban tanta enseñanza religiosa, y fue así como Luisa sufrió la persecución solapada de aquellos que no la miraron con simpatía, sino que muy por el contrario, su presencia y permanencia en el colegio les parecía una amenaza; de este modo, diplomáticamente, aludiendo necesidades económicas del Instituto, la ubicaron frente a la puerta de calle, provocando su retiro al pedir su renuncia en el año 1832.

Un 8 de diciembre de 1876, solemnidad de la Inmaculada Concepción y fiesta patronal de las Hermanas de la Caridad Cristiana, Luisa voló al cielo en los brazos de María.

Desde allí, hoy mira con cariño de colega a cada maestro y te dice: querido amigo, querida amiga, sigue adelante en tu misión de educar, sin desfallecer, el primero en hacer el recorrido ya triunfó, yo seguí esas huellas, las huellas del Maestro, hoy es tu turno. Demuestra al mundo que hoy como ayer, el arte de educar está en las manos de quien es noble de corazón, leal a sus principios y a la propia vocación de no enseñar sólo un contenido, sino el aprender a vivir en el Señor.