Cambio de época, cambio de mentalidad y diálogo
Por: Hna. María Socorro, scc
Dado el cambio de época que estamos experimentando, se hace necesario el cuestionamiento y autoevaluación del cómo se está llevando la vida humana hasta este siglo. Ciertamente los parámetros que rigen a la humanidad y el contexto histórico actual exigen paradigmas diferentes a los del pasado.
Aspectos de la vida humana que antaño fueron motivo de crítica y discriminación, ya no son aceptados y la permanencia en esos parámetros, atrae el repudio social, pues el cambio de mentalidad se ha dado como una transversalidad.
Hoy, la humanidad se pone de pie en un escenario pluralista, en todos los ámbitos de su ser y quehacer, por eso cabe preguntarse sobre la actitud religiosa de este ser que es no sólo cuerpo, sino que además es intrínsecamente espiritual.
La adhesión a la Iglesia Católica y a las religiones tradicionales también ha sufrido cambios. El flujo inmigratorio ha tenido su cuota de parte en esto, pues quien va de un país a otro, llega a su destino con su raza, lengua, cultura y religión.
Una sociedad que en otro siglo se llamara católica, pues su religión influía en su cultura, tanto en los que venían de fuera, como en los que ya estaban ocupando estas tierras a la llegada de los españoles, hoy ve mermado su potencial de convencimiento y debe reconocer que no sólo convive con otras culturas, sino que también con otras religiones.
Respecto a las estadísticas del 2021[1], se dice: “Por cuanto toca al tema de religión, se verifica un aumento entre las personas que dicen no tener religión o ser ateos (37%). Apenas un 42% se declara católico. De hecho, la creencia en Dios disminuyó: en 2007 el 93% de los encuestados se consideraba creyente, pero para 2021 ya sólo el 70% se califica del mismo modo”.
Ante esta realidad, se debe aceptar que el pueblo católico es sólo una fracción entre tantas otras religiones. Así pues, se hace necesaria la reflexión sobre la necesidad de establecer vínculos con quienes profesan su fe en una religión distinta a la católica.
Es importante entonces considerar el ver aquello que nos une y no poner un acento enfermizo en lo que nos separa. Pero para eso hay que ser consecuentes y abiertos. Consecuentes para poder dar razones de la propia fe, de una manera testimonial, y abiertos, para acoger la realidad de que Dios también está en ellos, si no es de una manera patente, como el caso del judaísmo, por ejemplo, puede estar de una manera incipiente, en su sólo deseo de conectarse con la divinidad.
El diálogo interreligioso ha estado en la agenda de la Iglesia Católica desde el siglo pasado, tanto en la reflexión como en la acción. Esto lo avala el hecho de haber sido tema en el Concilio Vaticano II[2], por lo que, desde ese tiempo hasta hoy, la Iglesia ha dado grandes pasos, haciendo una bajada a nivel continental, nacional y local.
Pese a todo lo anterior, aún falta más instancias de formación al respecto y la preocupación de formarse también, como católicos actualizados y comprometidos con los retos que la Iglesia acepta cada día.
En los barrios y poblaciones, el pluralismo religioso convive diariamente y los católicos están en medio de esta realidad, muchas veces sin saber qué pensar, qué decir ni cómo proceder; en los más de los casos, sin ni siquiera saber que hay Orientaciones Pastorales a este respecto, las cuales quieren encarnarse y hacerse vida en cada católico.
La inmigración trae consigo grandes desafíos. El CELAM[3] orienta claramente al respecto: “En la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y El Caribe celebrada en Aparecida (2007) hay un desarrollo más detallado y preciso (Aparecida, 2007: 43-59. 74-82. 227-239), allí se hace alusión directa al “nuevo pluralismo religioso” (Aparecida, 2007: 100g). Destaca que es necesario ser conscientes de la transformación religiosa que está teniendo el continente debido a la globalización y la creciente inmigración, como así mismo, debido a los grandes cambios culturales (y religiosos) que afectan a la transmisión de la fe (Aparecida, 2007: 100d). Por lo tanto, el creciente pluralismo religioso del continente, como también, el desarrollo de la eclesiología de comunión, hacen cada vez más necesario y posible el diálogo interreligioso (Merino, 2010 y 2012). La eclesiología de comunión que presenta Aparecida es entonces clave para el futuro desarrollo de la pastoral interreligiosa y también para el ecumenismo (Merino, 2009)”[4].
La diversidad religiosa llevó a que se cuestionara todo el planteamiento asumido durante siglos. De este modo la pastoral también avanza, entregando nuevas herramientas en la formación de personas, a las cuales se las sitúa en el escenario del respeto, la tolerancia, la paz y el amor fraterno.
En Chile[5] hay una voluntad de dar pasos en esta materia y avanzar, se deja en claro que el proselitismo no es el objetivo de la misión, sino un verdadero magníficat, una visitación llevando a Jesús a quienes buscan la verdad y a quienes han encontrado semillas de verdad en otros caminos. Jesús dijo claramente que no todas sus ovejas son del mismo redil[6]. Por eso una buena misión no busca convencer, sino compartir, dejando total libertad al interlocutor para adherir o no, pero quedando ambas partes con la experiencia fraterna de caminar juntos, aunque en distintas veredas, pero juntos, mirándose a los ojos y acompañándose en el bien.
Así, las nuevas generaciones poco a poco tendrán una nueva postura frente a la vida, en materia religiosa y descubrirán la riqueza que se puede adquirir mediante la escucha atenta del otro y el conocimiento de sus valores y principios religiosos, que lo hacen ser un interlocutor válido a la hora de compartir aquello de Dios que hay en cada religión y comprender que la verdad hace libre a la humanidad.
El Papa Francisco, con su gran sensibilidad, se para frente al mundo no sólo con una sonrisa, sino que, con una empatía única, capaz de evocar con su sola presencia, la cercanía de Jesús con la gente, su misericordia y su amor al Padre, que lo hacía llamarlo: Abba[7]; porque el amor a Dios y al prójimo van de la mano y prójimo no es sólo aquel que cree lo mismo, piensa y siente igual, sino que prójimo es todo ser humano que está en esta tierra. Por eso, ya antes de ser Papa, siendo Cardenal en Buenos Aires, se daba el tiempo para realizar el diálogo interreligioso[8], e incluso logró que la UCA[9] otorgara el doctorado Honoris Causa al rabino Skorka[10], pues valoraba responsablemente a las distintas religiones, no como quien se acerca a ellas con ingenuidad o curiosidad, sino como quien se identifica profundamente con lo propio y está dispuesto a recibir y donar, en un clima de fraternidad y amistad, en el que se destaca la apertura y la honestidad. Ejemplo de esto fue aquél encuentro con los evangélicos, en el cual se puso de rodillas y pidió que oraran por él[11].
El Papa Francisco, al igual que sus antecesores, dedica un tiempo importante al diálogo interreligioso, el que está impregnado de gran amor y respeto por las creencias y costumbres de los demás.
La Exhortación Apostólica, Evangelii Gaudium, nos muestra a un Papa no sólo preocupado por el diálogo interreligioso, sino que, ocupado de él, abriendo así la puerta de la Iglesia para una comunión en el espíritu y la buena voluntad, aconsejando y aplicando la regla de oro[12]: “Los cristianos deberíamos acoger con afecto y respeto a los inmigrantes del Islam que llegan a nuestros países, del mismo modo que esperamos y rogamos ser acogidos y respetados en los países de tradición islámica”.[13] Jesús habló con la samaritana, se acercó, la trató bien, le dijo la verdad e hizo el anuncio de la salvación; no la obligó, no la condenó y la respetó. En estricto rigor, cualquier actitud contraria, no es propia de un cristiano.
Respecto al ecumenismo[14] propiamente tal, el Papa Francisco disminuye las distancias, pues comprende la necesidad de unidad, lo que no deja de ser un mandato del Señor Jesús: “Que todos sean uno”[15], y un desafío permanente a vivir en la virtud, dejando atrás lo que desune, ya que esto escandaliza a la humanidad, por eso dice: “¡Son tantas y tan valiosas las cosas que nos unen! Y si realmente creemos en la libre y generosa acción del Espíritu, ¡cuántas cosas podemos aprender unos de otros! No se trata sólo de recibir información sobre los demás para conocerlos mejor, sino de recoger lo que el Espíritu ha sembrado en ellos como un don también para nosotros. Sólo para dar un ejemplo, en el diálogo con los hermanos ortodoxos, los católicos tenemos la posibilidad de aprender algo más sobre el sentido de la colegialidad episcopal y sobre su experiencia de la sinodalidad. A través de un intercambio de dones, el Espíritu puede llevarnos cada vez más a la verdad y al bien”[16].
Nostra Aetate, ayuda a reflexionar sobre la necesidad de respuesta de la humanidad entera respecto de la vida, el destino de la humanidad y la muerte.
La Iglesia no busca identificarse a sí misma con las demás religiones, ella entra en diálogo fraternal permanente, eliminando las fronteras y procurando una convivencia respetuosa y en paz; ella no pretende desembocar en una religión hibrida o mimetizada con las demás, sino que teniendo clara su identidad, se mantiene fiel a su Esposo.
Compartir con otros, no significa confundirse con los otros, sino potenciar aquellos valores y pensamientos que poseen en común, para fortalecer una acción en bien de las personas, por ejemplo, la paz entre cristianos y musulmanes.
En un mundo globalizado, el sentido de ayuda fraterna es muy importante, dado que nadie sale adelante solo, todos necesitan de todos para asumir y sobrellevar los distintos desafíos que el estar más cerca lleva consigo. A esto se suma el flujo inmigratorio de los últimos años, fenómeno que pone a prueba la hospitalidad propia de las religiones abrahámicas y por supuesto la caridad cristiana.
Así, son muchos los motivos que se van añadiendo a esta experiencia de acercamiento y buena voluntad que llaman a poner en común lo mejor de cada religión, siendo así un aporte espiritual, que en muchos casos también se materializa.
La Iglesia llama a sus hijos a respetar y entrar en un diálogo carente de soberbia y resentimiento con las otras religiones del mundo.
La formación de catequistas, buenos maestros, seminaristas y al Pueblo de Dios en general, es muy importante, porque se le hace un flaco favor a la Iglesia cuando, so pretexto de un celo enardecido, se cae en la enseñanza de errores respecto a las demás religiones y creencias; como lo es el pretender que se asuman culpabilidades que no se tienen, por ejemplo, hacer pensar a otros que los judíos no aceptaron y mataron a Cristo; por lo tanto, son malas personas. En consecuencia, que nuestros contemporáneos, no conocieron a Cristo y nunca han condenado a muerte a nadie. Errores como estos, destruyen la paz y la capacidad de diálogo. Así pues, la enseñanza de los niños y la misión son tareas delicadas, y no deben ser entregadas a personas que no estén bien formadas, que no posean un criterio sano y que no estén adornadas de las habilidades blandas que ayudan a que reine un buen espíritu en los distintos ambientes eclesiales y sociales.
El discriminar a otros es tan antievangélico como el darle muerte, pues excluir a alguien es martirizarlo y se asemeja a una muerte lenta, porque la persona va perdiendo su autoestima, su seguridad frente a la vida, su amor hacia los demás y poco a poco aprende a esconderse y desaparecer, pues se siente que es nada ante los otros. El respeto es la vacuna para este mal y la humildad el antídoto que sana y devuelve a la vida, porque el humilde se conoce, vive por tanto en la verdad y así puede comprender que no debe mirar en menos a otro, porque, así como el otro no es perfecto, tampoco lo es él. Además, ver como defecto aquello que no es más que una condición diferente, es la trampa que pone la vanidad, a aquellas mentes y corazones que creyéndose superiores al resto y perfectos, olvidan que el amor es la puerta del cielo.
Fomentar la unidad y caridad en el mundo globalizado actual, conduciendo a todos a un estado de solidaridad permanente, capaz de enfrentar juntos los desafíos de la vida, dando respuestas a las grandes interrogantes de la humanidad; aceptación de lo verdadero y santo que hay en cada religión y reconociendo con respeto la dignidad de cada ser humano, por la cual no merece ninguna discriminación, son ideas fuerza que esta Declaración señala clara y firmemente, provocando en los católicos la toma de conciencia de pertenencia a una familia mundial, la cual hay que cuidar, proteger, sostener y amar.
Estas ideas iluminan el qué hacer misionero, ya que la caridad de Cristo abarca a todos y en una buena misión se entra en contacto no sólo con quienes profesan la misma fe, sino que también con otros que no quieren ser cambiados, pero si necesitan ser escuchados, comprendidos y amados tal como son, dejando el resultado de ese contacto, completamente en manos de Dios.
Por todo lo anterior, el compromiso de respeto hacia el otro es fundamental en toda misión o trabajo pastoral.
La senda está trazada, ahora sólo queda emprender la retirada desde las trincheras que han dividido al mundo entre buenos y malos, entre fieles e infieles, para avanzar hacia la construcción de un mundo mejor, lleno de respeto, valoración, amor, comprensión, solidaridad, empatía, confianza, justicia, paz, verdad y alegría del encuentro fraterno. Así las nuevas generaciones vivirán en un mundo de hermanos, sin barreras que matan el espíritu.
[1] Villegas, Enrique – El mundo visto desde Roma – Zenit Noticias / Santiago,11. 01. 2022. https://es.zenit.org/2022/01/11/las-estadisticas-de-la-confianza-de-los-chilenos-en-la-iglesia-catolica-segun-un-estudio/
[2] Nostra Aetate, Declaración sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas, 1965.
[3] Consejo Episcopal Latinoamericano.
[4] Merino Beas, Patricio. El diálogo interreligioso impulsado por el Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM) – Sección Teológica – Universidad Católica de la Santísima Concepción, https://www.scielo.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0718-92732018000100095
[5] Orientaciones Pastorales 2014 – 2020, Una Iglesia que escucha, anuncia y sirve. N° 29.
[6] Jn 10,16
[7] “Posiblemente no haya una palabra que exprese mejor a autorrevelación de Dios en el Hijo que la palabra “Abbá-Padre”. “Abbá” es una expresión aramea, que se ha conservado en el texto griego del Evangelio de Marcos (14, 36). Aparece precisamente cuando Jesús se dirige al Padre. Y aunque esta palabra se puede traducir a cualquier lengua, con todo, en labios de Jesús de Nazaret permite percibir mejor su contenido único, irrepetible”.
Juan Pablo II, Papa, Santo – ¡Abbá! – Catequesis, Julio 21 de 1987. https://es.catholic.net/op/articulos/17253/cat/684/abba.html#modal
[8] Un judío lo llamaba: “mi rabbí Bergoglio”. Rodari, Paolo – EL PROGRAMA DEL PAPA FRANCISCO ¿ADÓNDE NOS QUIERE LLEVAR? Editorial San Pablo – Primera edición – Buenos Aires 2014, pág. 86.
[9] Universidad Católica Argentina.
[10] Rodari, Paolo – EL PROGRAMA DEL PAPA FRANCISCO ¿ADÓNDE NOS QUIERE LLEVAR? Editorial San Pablo – Primera edición – Buenos Aires 2014, pág. 86.
[11] Ibid, pág. 110.
[12] “No hagas a nadie lo que no quieres que te hagan”.
[13] Francisco, Papa -EVANGELII GAUDIUM- EXHORTACIÓN APOSTÓLICA – N° 253.
[14] “Por Ecumenismo se entiende el movimiento surgido, por la gracia del Espíritu Santo, para restablecer la unidad de todos los cristianos”.
https://es.catholic.net/op/articulos/18729/cat/697/que-es-el-ecumenismo.html#modal
[15] Jn 17, 21.
[16] Francisco, Papa -EVANGELII GAUDIUM- EXHORTACIÓN APOSTÓLICA – N° 246.