LIDERAZGO INTEGRAL EN PAULINA VON MALLINCKRODT
Por: Sor María Socorro Quintana, scc
En el siglo XIX, en Alemania, la ciudad de Paderborn gozó de la existencia de una líder integral, quien hizo vida los siete eslabones de oro del liderazgo valórico: ella fue la Baronesa Paulina von Mallinckrodt, quien habiendo sido dotada de un liderazgo innato, supo reunir en sí misma el respeto, la lealtad, la humildad, la honestidad, el espíritu de servicio, la ética, la responsabilidad, y todo esto coronado de la virtud de la caridad, la cual hizo vida en forma heroica.
En una época en que las mujeres comenzaban a trabajar en las fábricas y los niños quedaban solos y se escapaban a la calle en ausencia de sus madres, Paulina pudo observar, siendo aún muy pequeña, que los niños pobres, ciegos y descalzos caminaban por la calle hiriéndose los pies, pues en esta se encontraban toda clase de basuras que al pisarlas les causaban daño. Fue entonces cuando Paulina da su primera señal de liderazgo integral, pues se dedicó a recoger piedras, latas, objetos cortantes, etc., con el fin de que los “doblemente pobres”, como llamaba a los ciegos, no se hirieran más. Al verla sus mejores amigas, no dudaron en unirse a la noble causa, siguiendo su buen ejemplo y poniéndose a su entera disposición.
Pero su liderazgo no abarcaba sólo el radio de sus amigas; también en su hogar era la líder de sus hermanos menores, quienes obedecían con cariño cuanto Paulina dispusiera acerca de ellos y su conducta. Esto se acentuó mucho más con la muerte de su madre, debiendo ser ella quien dispusiera todo en el hogar y comenzara a ser la anfitriona en las reuniones y tertulias que programara su padre en casa. Tanto sus hermanos como los sirvientes seguían cada una de sus indicaciones con seguridad y alegría, pues quien había aprendido a obedecer, ahora también podía disponer.
Sus obras de caridad no terminaron en la infancia, ya que, habiéndose convertido en una señorita, Paulina lideró la fundación de un Hogar para ciegos y niñas en extrema pobreza o con alguna limitación, como fue el caso de Margarita, a quien se la pidió a su madre para llevarla al Hogar de Ciegos y educarla, pues ella, su madre, la tenía amarrada para poder trabajar en la feria. Margarita tenía retraso mental, además de su poca visión, pero en Paulina encontró una educadora y una buena madre.
Paulina logró darse cuenta que los niños pequeños, muy pequeños, también podían aprender y eso la llevó a ser pionera de la Educación Parvularia.
En su edad adulta, después de la muerte de su padre, fundó la Congregación “Hermanas de la Caridad Cristiana, Hijas de la Bienaventurada Virgen María de la Inmaculada Concepción” junto con otras tres jóvenes, las cuales se multiplicaron visiblemente y emprendieron no sólo el cuidado de los ciegos, sino también la educación de niños sin dichas limitaciones.
El gran día de la fundación el Obispo de Paderborn la nombró superiora. Al recordarlo, Paulina escribió en su autobiografía: «No me sobrevino sentimiento alguno de timidez, me parecía recibir fuerza y gracia para el cargo que Dios, por boca de la Iglesia me confiaba y que el Sr. Obispo, al pronunciar la bendición, hacía fecundo el nuevo instituto con las palabras: “Abrigo la esperanza de que bajo su dirección, la congregación crecerá y se multiplicará”»
A raíz del liderazgo para con los niños, escribe a Sor Josefa en 1852: «Querida Hermana, cuanto más maternal y cariñosamente atraiga a los niños hacia Ud., siendo para ellos como una escala que los conduce a Dios; tanto más descansará la bendición de Dios sobre Ud. y sobre los niños».
También reflexiona al respecto en su retiro de 1856: «Sobre una gota de miel se juntan más moscas que sobre un barril de vinagre. Así también la amabilidad, suavidad, mansedumbre y caridad atraen mucho más los corazones que el rigor…»
Sin duda, Paulina tuvo la capacidad de guiar personas: su trato personal y cercano hacia sus liderados, apoyado en valores humanos y en el más exquisito ejercicio de las virtudes –siendo honesta consigo misma y con los demás, consecuente y congruente–, la llevaron a tener la presencia de ánimo necesaria en los momentos en que todo parecía derrumbarse, cuando asumiendo como gran canciller Otto von Bismarck, persiguió a las congregaciones con la intención de suprimirlas. Paulina, auténtica líder, protege el futuro de la congregación enviando misioneras a América. Es así como las dificultades, lejos de derrotar a un líder, colaboran para que su potencial se despliegue hasta convertirse en acto. Ella dio muestras de liderazgo en plenitud.
Pero Paulina no gobernaba sola a la congregación, sino que sabía tener la humildad necesaria para pedir consejo; por eso, ante las dificultades se reunía con las Hermanas más antiguas, para así llegar a disposiciones correctas, logrando el bien común. También recibía los consejos de su guía espiritual, Monseñor Conrado Martin, mas no dejó de ser por eso “persona tractor” y responsable de las determinaciones que tomaba.
Paulina seguramente diría hoy junto a Pablo Varas: «Ser líderes ¿para qué? Para servir». Pues así fue su vida, un servicio ininterrumpido mediante su liderazgo. Y recordando los tiempos del Kulturkampf, seguramente diría junto a Emilio Valdatta: «La contrariedad es una oportunidad».